UHP. Uníos herman@s proletari@s



Y eso es lo que pasa aquí, donde la patronal, los explotadores, los que viven del trabajo ajeno, los que sí, claro, ponen parte del dinero que les genera la plusvalía que les producen el esfuerzo, la quema de calorías, el sudor, las enfermedades y los accidentes mortales de sus asalariados, para mantener sus negocios, factorías, bancos y empresas, están haciendo lo que era propio de la clase proletaria: la revolución.



De modo que, ahora, de una forma degenerada y perversa, los patronos, constituidos en una potentísima internacional capitalista, le han robado también sus armas de lucha al pueblo con el fin de usarlas contra él y esclavizarlo y, así, los magnates y plutócratas antropófagos y hemoadictos a la sangre obrera que, por mucho que beban y se inflen de ella, hay aún mucha en venas de cuerpos esclavizables, conquistan cada día más fuerza y logran más derechos, algo que ocurre siempre que el enemigo de clase se halla en estado cataléptico, más muerto de miedo que peleón y vivo o es un inconsciente que ignora a cuál de las dos clases pertenece, o un mierda servilón con fe en que, a la sombra y al pie de su amo, vivirá mejor, sin pensar que ni vive ni es, sino que está como una herramienta, un zombie zumbado que se deja engullir pánfilo, frígido, pasivo y desmadejado, que no despabilará ni aunque le metan por sus narices de criado fiel mil frasquitos de sales, a no ser que, por causa de un milagro o un fenómeno anormal, toda esa multitud exprimida, saqueada y menos que cero, decida dejar de agacharse, de aguantar expolios, sangrías, andar de rodillas, estrangulada en cuanto a su bienestar calladamente,

y además siendo objeto de mofa, mandándola, ja, je, ji, a trabajar a Laponia, que es la traducción suave de enviar a alguien adonde Cristo dio las tres voces o al vertedero, aunque lo divertido es que el mandarín que expelió la gracieta se apellida Feito, como muchos trashumantes vaqueiros del occidente asturiano, a los que él no pertenece ya en modo alguno, porque se ha hecho sedentario, muy asentado y sentado en un butacón, desde donde se atreve a partirse el culo de risa a la vista de los que deben desvivirse, yendo de aquí para allá, entregando su curriculum o carretilla de curros en mano porque no tienen dinero para pagarse ni el metro ni el autobús o deben pedir limosna para conseguir los céntimos extraordinarios que no pueden sacar de su escuálido presupuesto diario y que precisan para remitirlos por correo ordinario, a alguien que hará una bola que enceste en la papelera.


Hoy no es correcto ni educado decapitar a nadie que te esté succionando hasta la extenuación, que te escupa en la boca, te queme los ojos obligándote a llorar y llorar sin descanso, te amiserie y te enmierde, ni tampoco práctico y fructífero, sobre todo porque los que te transforman en cagarrutas son acéfalos y no tienen cabeza que cortarles; pero quizá sería bueno infartarles el corazón, donde llevan la cartera y arruinarlos a base de esa bella arte que es el sabotaje, medido, dosificado y sabio, pero silencioso, invisible y sin huellas acusadoras, que sustituya a la huelga que quieren prohibir y que es ya un recurso combativo más exhibicionista y espectacular que eficaz, dado que, en estos momentos, lo que se precisa son acciones oscuras, sin platós ni fotos ni vídeos ni palabras ni altavoces ni micros ni escenarios, sino hechos en la más callada sombra.

UHP. Uníos herman@s proletari@s. Agrupémonos, porque la Internacional Capitalista está cada vez más compenetrada con ese político de carrefour llamado M. Rajoy. Y una vez unid@s, actuemos con cautela, conscientes de que a esa gente le duele mucho más que le quememos el coche que le matemos a los seguratas que lo custodian, y prefieren que liquidemos a un par de policías a que le destrocemos sus ordenadores. Así que, sigamos la vieja consigna: ataquemos las cosas del enemigo de clase, que son las que le valen y en las que quiere convertir a las personas que, para él, son menos que basura. Destrocemos las mercancías sin tocar a los mercaderes.

Cola, colofón o coda: esto es un panfleto inútil, un pasquín que no subvierte, infraliteratura, ficción de baja calidad, totalmente lejana del mundo real celtíbero, donde, desdichadamente, no hay policías griegos con conciencia de clase que se nieguen a ser molineros que muelan a palos a su pueblo que sale, para dejarse oír, a su lugar común, a su foro de siempre, la calle, la plaza pública, que ya no es suya pues, en el régimen del terror, el pueblo soberano nada tiene, solo la obligación de dar de comer, vestir y calzar al poder y luego convertirlo en pensionista de megalujo. Pero recordemos que no hay ninguna guerra lícita más que la lucha de clases.


Via: lo vimos en el muro del karalibro de nuestra amiga Leti y enlazado de La voz de Asturias


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